domingo, 27 de marzo de 2016

Cadenas rotas

Cuando yo era pequeño, de vez en cuando te llegaba una carta misteriosa, sin sello, sin remitente y con una moneda dentro, una peseta, y un mensaje apocalíptico que finalizaba con un "si no envías 20 cartas como esta, con 20 monedas dentro, algo malo te pasará" y tú nervioso y asustado perdio, porque se habían activado todos tus miedos, le pedías a tu madre las 20 monedas y ella, con ese buen saber hacer de madre, te decía que te dejaras de tonterías y de apocalipsis varios y que volvieras a lo tuyo, porque la suerte te la haces tú y sino ella te convencía con un buen zapatillazo (la mayoría de las veces solo figurado). Eso sí, a ti siempre te quedó el recelo de pensar que todo lo malo que te ha sucedido a partir de ese fatídico momento, es por no haber enviado esas malditas cartas en cadena llenas de vil metal (me encanta el dramatismo que aporta el castellano culto, Mari) y por esa manía tan tuya de no seguir al rebaño, porque a medida que fuiste creciendo ya no necesitabas del eficaz convencimiento zapatillil de tu santa progenitora.
Ahora, en la era de la tecnología, también hay cadenas de esas, pero que aparecen en nuestros móviles cada cierto tiempo (pa eso sirve el avance tecnológico) y que te auguran felicidad eterna si las continuas ó catástrofes catastróficas si no lo haces, del palo "no te salvarás del amanecer zombi" (me parece oír la aterradora risa de Vincent Price en el vídeo de Michael Jackson, "Thriller") y si te salvas, antes de caer, porque caerás (eso tenlo por seguro, maj@!), verás a tus seres queridos convertidos en horribles no muertos, sorbedores de sesos ajenos; en fin, todo un horror, si no la envías a 10 de tus contactos, con lo fácil que sería hacerlo, tontuco, y ser recompensado con un bate mata-zombis, por si se da el caso del amanecer ese.
Y entonces, te ves tentado, muy tentado, porque total no cuesta tanto, por no decir nada, y tú quieres vivir tranquilo a pesar de que el mundo se llene de horribles zombis (porque mira que son feos, los condenaos); pero al final, recapacitas y piensas, si la mala suerte llega sola y si la buena me la hago yo (que gran filosofía de vida me enseñaste, madre), como me vuelvan a enviar una cadenita toca-pelotas de esas, van a preferir a una horda de zombis hambrientos antes que a mí, porque sé donde venden bates y que hacer con ellos...ja!, zombis con cadenas a mí!.
Y hablando de zombis...ilustres...Feliz Domingo de Resurrección!!!.

Besos, siempre besos...con chispa!!!.

jueves, 17 de marzo de 2016

Ice kisses

Aquella noche un tío frío le besó con su boca helada, como si hubiese tenido allí un cubito de hielo sin llegar a deshacerse y a pesar del calor de su boca, la suya, no la de él, y de la pasión de sus besos, de los dos, no aumentó ni un solo grado la temperatura del interior de aquella boca fría, como el tío que la poseía, que estuvo observándolo paciente mientras un hermoso tío duro lo tocaba tosco y lo empotraba sin piedad contra la pared con sus músculos de acero bien definidos, origen e inserción, bajo su cálida piel y lo compartía, entre otros, con el tío suavizante, que sólo llevaba unos impolutos calzoncillos blancos con un penetrante olor a ropa recién lavada y pensó fugaz: "¿se los acaba de poner? ¿no suda? ¿qué marca de suavizante usará?, porque dentro de su ropa interior todo sabía a ese mismo olor y el tío duro tras un salvaje embate, acabó, ya se lo había avisado ó se lo había gruñido?, y se fue y entonces él, el tío frío, tras la espera se acercó, era su turno y lo besó en frío, erizándole los pelos del cogote y el piercing del pezón y le susurró al oído un helado: "quiero que te corras, mi caliente toy boy!", deslizando sus manos gélidas dentro de su pantalón abierto, sin los incómodos tropiezos de la ropa interior, porque era día de comando, y se dejó hacer entre besos helados y susurros más helados aún, mientras le tanteaba la yugular con unos dientes como témpanos, pero sin apretar demasiado, aunque él le hubiese dejado, porque era en ese momento del tío frío, solo suyo, hasta que consiguió lo que quería, dejándolo sin aliento, y desapareció igual que llegó, entre confusos cuerpos calientes.
De camino a la puerta de aquel sórdido local, le gustaba la sordidez, y mientras se abrochaba los pantacas, para buscar su camiseta en un guardarropía de camisetas ajenas y algún que otro pantalón, notó su fría presencia con un escalofrío que le recorrió la espalda, pero ya no lo vio más y en un espejo descubrió sorprendido unas profundas marcas azules en su lívido cuello, que tocó con las yemas de sus dedos antes de abrir la puerta y adentrarse en la cálida noche para iniciar satisfecho el retorno a casa.


"No sé bien como fui a parar a ese local, sería por mi angustiosa necesidad, porque incluso para un frío como yo, era demasiado sórdido y además con absurdos códigos para entrar, todos sin camiseta ó en ropa interior, bufff!, a veces los cálidos son extraños; menos mal que las entradas difíciles nunca han sido un problema, si nadie está completamente seguro de haberte visto.
Dentro del local muchos cuerpos calientes, aunque no lo suficiente para mi necesidad, creía haber perdido el tiempo y entonces lo vi en brazos de un tibio tío duro, que jugaba violentamente con él, aunque en realidad era él el que jugaba y reía divertido cuando alguno de los tíos, más tibios aún, que lo manoseaban, le llamaba "putita"...risas y oleadas de calor en brazos de otro tío en calzoncillos que lo tenía en préstamo y que despedía un olor peculiar, a limpio?!.
Desprendía un calor inmenso que aumentaba con su risa juguetona y que me volvía loco de deseo; se lo podría haber arrebatado al tío duro, pero dejé que mi "presa" decidiera cuando, me miró sin verme y entonces a pesar de sus juegos con unos y otros me percibió y me llamó con su cuerpo caliente y me dejó hacer y susurrarle lo que irremediablemente le haría, para eso estaba allí y besarle con mi boca helada, que lejos de sorprenderle, le causó curiosidad y aumentó su excitación y su calor, que era lo que quería yo.
Absorbí su calor hasta embriagarme, aunque no lo notó porque era un volcán, que yo con manos expertas, dentro de su pantalón, llevé hasta la erupción más salvaje y que por un nano instante calentó mi helado corazón.
Me alejé de él, me pareció peligroso, y él, confuso, se recompuso, se vistió, se agitó con un escalofrío y salió del sórdido local tocándose el blanco cuello, justo en aquellas extrañas marcas azules, allí donde yo había absorbido su delicioso calor.
Lo vi alejarse y tuve la tentación de seguirlo, desistí, mejor así...porque como bien dicen los cálidos: "segundas partes nunca fueron buenas", aunque aún recuerde el lujurioso sabor de su calor".